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David reconoció esta verdad cuando él y su pueblo celebraban las enormes ofrendas que se habían dado para la construcción del templo.
Ellos pudieron haberse dado palmaditas de felicitación en las espaldas e intercambiar mutuas alabanzas, pero no lo hicieron así, David mostró sabiduría y madurez como líder de Israel al agradecerle a Dios todas sus bendiciones.
Toda buena dádiva viene finalmente de Dios. Santiago 1:17